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miércoles, 10 de diciembre de 2025

DERECHOS como si fueran algo abstracto

Feliz día de los DERECHOS HUMANOS 


A veces siento que el mundo habla de derechos humanos como si fueran algo abstracto, una teoría que se celebra en discursos, pero que pocas veces se toca con las manos. Yo vivo esos derechos desde mi cuerpo, desde mis límites y mis posibilidades, desde mis luchas cotidianas. Y cuando hablo de diversidad funcional, hablo también de dignidad, porque mi cuerpo —como el de cualquier persona— merece respeto, cuidado y espacios adecuados para vivir con autonomía y sin vergüenza.

Una de las situaciones que más revela esta falta de cumplimiento real de nuestros derechos es la ausencia de lugares dignos para realizar cambios de pañal en personas adultas con diversidad funcional. A veces, quienes no lo necesitan no lo notan: los baños adaptados suelen estar pensados solo para sillas de ruedas, pero no para personas que necesitan un cambio de pañal, una camilla, un espacio seguro e higiénico. Esa invisibilidad se siente como si nuestra necesidad fuera incómoda, como si no existiéramos, como si nuestra dignidad fuera negociable o secundaria.

He vivido momentos en los que cambiarme ha significado improvisar, hacerlo en un suelo frío, o en el asiento de un coche, o evitar salir de casa por miedo a no encontrar un lugar adecuado. Y cada vez que eso ocurre, siento que el mensaje es claro: mis derechos están escritos, pero no están garantizados. Mi dignidad está reconocida en documentos, pero no está protegida en la práctica.

Los derechos humanos hablan de igualdad, de participación plena, de no discriminación. Pero cuando no se piensa en espacios para nuestras necesidades básicas, se nos está excluyendo sin decirlo. Se nos obliga a adaptarnos a un mundo que no quiere adaptarse a nosotros. Y eso duele. Duele porque somos personas, no problemas logísticos. Somos vidas, no excepciones.

Yo sueño con un mundo en el que haya camillas en baños públicos, espacios amplios, limpios, seguros, donde no tenga que sentir vergüenza por algo que es simplemente parte de mi cuerpo y mi vida. Sueño con un mundo que entienda que la accesibilidad no es un lujo, sino un derecho. Que la dignidad no es algo que se mendiga, sino algo que debe garantizarse.

No pedimos privilegios. Pedimos justicia. Pedimos respeto. Pedimos humanidad.

Y mientras esos espacios no existan, mientras sigamos teniendo que escondernos para satisfacer necesidades básicas, el mundo seguirá fallando en algo tan esencial como reconocer que todas las personas, sin excepción, tenemos derecho a vivir con dignidad

DERECHOS como si fueran algo abstracto